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Konnýk Gatillón: «Latinoamérica tiene un mundo cultural muy rico y muy secreto también que corresponde mucho a la ritualidad y a las teatralidades de acá»

Compañía Teatro Misterio celebrará su aniversario con el estreno de temporada de «Después de vivir un siglo, Homenaje a Violeta Parra», dirigida y dramatizada por la actriz y productora Konnýk Gatillon Villalobos.

Konnýk Gatillón Villalobos es actriz corporal y mimo, egresada de la Escuela Argentina de Mimo expresión y comunicación corporal de Ángel Elizondo. Conversamos con la artista para conversar sobre su formación y qué podemos esperar «Después de vivir un siglo».

¿Cuál fue tu primer acercamiento al teatro?

Mi primer acercamiento al teatro, podría decirte tal vez el año 2008, cuando fui a ver una obra de La Mancha que se llamaba «La Cosa Nostra» y la fui a ver a Matucana 100. Creo que esa fue la primera vez que fui a ver una obra que me gustó mucho.

¿Y qué fue lo que más te gustó de esa obra?

Me gustó mucho que utilizaran más el cuerpo como eje, como de la dramaturgia. Que la palabra como tan de tanto texto. A pesar de que era una obra de texto bien cómica, mucha sátira, pero habían muchas acciones también con el cuerpo.

Entonces eso me impresionó, porque no lo había visto antes. Antes había visto teatro en el colegio y todo, pero era siempre teatro muy hablado, muy clásico. No me había llamado tanto la atención.

Eso al final como lo que te motiva a hacer teatro corporal y mimo.

Sí, eso fue lo que me motiva a querer estudiar teatro primero que todo y también ponerme un poco una especie de vara de que yo quería hacer. ese teatro, ese teatro ya corporal, no otro tipo de teatro, porque me puse a mirar otras escuelas.

Desde esa época empecé a ir a la a las muestras de escuela para ver qué escuela yo quería ir o qué universidad quería estar y ninguna me convencía, y ahí yo decido estudiar mimo, porque encuentro el arte del mimo y digo eso es lo que yo quiero hacer, que era algo más específico.

Aquí desde la ignorancia, ¿cuál sería la diferencia entre el teatro corporal en sí y el mimo?

Que el mimo es una técnica, que tiene una gramática y que tiene un compendio técnico que se sostiene por sí misma. También es un arte. Sí, pero el teatro corporal ya abarca todas las artes.

Dentro del teatro está la música, está el texto, el cuerpo, la danza. O sea, el teatro es súper amplio, pero en cambio el mimo es una técnica en sí.

Ahora el teatro corporal, claro, se cruza con el mimo, porque prioriza la dramaturgia corporal antes que la dramaturgia textual.

Se pueden unificar, porque el arte del mismo finalmente viene a entregar herramientas y técnicas al intérprete para que pueda crear desde el cuerpo con una técnica y con una gramática que le permita poder componer.

¿Tú hiciste estos estudios en Argentina, no?

Sí, sí. Yo fui a Argentina a estudiar con el maestro, que en paz descanse. Ángel Elizondo, que fue un maestro que estudió con Étienne Decroux, que es el el gran maestro del mismo corporal que crea esta técnica y que crea esta gramática, que fue maestro de maestros como Marcel Marceau.

Entonces Elizondo fue a estudiar con Decroux a Francia hace muchos años y estudió con Lecoq también, y luego de eso retorna a Argentina y hace su escuela donde unifica la pedagogía de Lecoq, también la pedagogía de Cruz, pero en un contexto latinoamericano, porque digamos que Lecoq y Decroux eran franceses y en esa época también enseñar teatro con esa disciplina en Latinoamérica no era muy bienvenido, era demasiado estricto. Entonces Elizondo tuvo que adaptar su metodología para los cuerpos latinoamericanos.

¿Cuáles serían las diferencias entre una escuela latinoamericana como tú estudiaste como una metodología francesa?

Mira, yo creo que en ese sentido Latinoamérica es una especie de territorio que contiene mucho realismo mágico y que desde esa perspectiva, por supuesto que las metodologías y las creaciones apuntan desde otro lugar, desde otras realidades.

También en Latinoamérica tenemos una teatralidad súper propia desde nuestra identidad cultural latinoamericana y eso es algo que cruza todas las fronteras a nivel.

Por ejemplo, si hablamos de Sudamérica propiamente tal, compartimos una especie de cultura y yo creo que esa es la gran diferencia, porque si tú vas a una escuela latinoamericana, por ejemplo, ahora hay una escuela en Bolivia que se enseña el método Lecoq, las creaciones que hacen ahí son muy propias, con mucha identidad cultural.

Creo que esa es la gran diferencia con las escuelas, que Latinoamérica tiene un mundo cultural muy rico y muy secreto también que corresponde mucho a la ritualidad y a las teatralidades de acá.

¿Cuándo y por qué nace «Después de vivir un siglo»?

La obra nace primero como una especie de ejercicio para la escuela argentina donde yo estudiaba y tenía que crear una especie de pieza teatral, un pequeño ejercicio, utilizando ciertas técnicas que me habían pasado en esa época.

Me acuerdo que yo trabajaba con una música de Violeta Parra, y a través de ese ejercicio empezó a crecer, empezó a crecer y luego de eso me interesé por investigar la vida de Violeta Parra.

Empecé a leer libros de biografía de ella y ahí decido hacer un trabajo más amplio. Pero esto partió primero por un ejercicio, o sea, era un ejercicio de tres minutos donde yo hacía unas acciones y trabajaba con unas hojas secas y música.

Así partió el asunto, luego yo me intereso porque empiezo a investigar y me encuentro con todo el tema de la décima y todo el tema del patrimonio cultural inmaterial, del canto a lo poeta, que a mí me pareció alucinante.

O sea, todo ese, esa labor de recopilación que hizo ella me pareció muy importante y muy inspiradora también.

¿Cómo es levantar una obra tú sola que partió siendo una pieza de tres minutos que ahora son 50 minutos?, ¿Cómo se hace eso?

Creo igual el concepto unipersonal que es bien delicado, porque uno habla de unipersonal, pero en realidad no estoy sola. Tengo un equipo detrás que me acompaña siempre y sin ese equipo yo tal vez no podría hacerlo.

Entonces sí, estoy sola en escena, pero estoy acompañada por mis compañeras y mis compañeros de trabajo que están en la técnica, Entonces, desde esa perspectiva yo siento que estoy trabajando con un equipo.

Ahora la obra ha ido pasando por distintos periodos y hubo una época en donde había música en vivo y yo estaba en escena con unmúsico que obviamente íbamos haciendo una especie de diálogo musical, corporal.

Pero eso después cambió y quedó ya nada más el alma mater de la obra, que era todo lo que yo hacía, lo que finalmente la actuación.

Como tuve la experiencia de haber estado acompañada en escena también con un músico, eso quedó en mí aún. Entonces en algún lugar estoy sola, pero no estoy sola, porque los materiales también conservan esa musicalidad y conservan un poco las presencias de las personas que fueron a aportar en esos momentos.

Siento eso un poco con este material que no es tan mío como yo creo. En realidad es algo que ha pertenecido a todas las personas que han participado de esto y que han aportado en distintos puntos a que esta obra se haya creado.

Pensando en personas que primera vez que van a ir a ver esta puesta en escena, ¿Qué pueden esperar de después de vivir un siglo?

Pueden esperar una obra que nos conecta con los ritos, que nos conecta con la ritualidad y con la teatralidad de nuestra cultura chilena.

Yo hablo del concepto como teatralidad, porque me parece que es mucho más propicio para esta obra, ya que es algo que corresponde mucho a nuestra identidad y que a veces nosotros como chilenos, como chilenas, no reconocemos el tremendo aporte o la tremenda identidad cultural que tenemos. Es muy poco valorada nuestra cultura.

Volver a conectarse con nuestra ritualidad y nuestra teatralidad y nuestras tradiciones populares También se van a ir con muchas preguntas, porque es una obra que no tiene una narrativa como clásica. Entonces yo no voy a contar ningún cuento. No se van a ir a la casa contándose un cuento.

Más bien es una obra que es muy provocadora, que apunta mucho a la memoria también de las personas que han escuchado Violeta Parra o que conocen la vida de Violeta Parra, o que vivieron la época política en la que ella vivió.

¿Qué es lo que hace especial el teatro frente a otras artes?, ¿en tanto a cultura y a memoria?

En ese sentido creo que el teatro nos viene a sensibilizarnos como personas. Creo que el hecho de estar viendo una persona, haciendo lo que está haciendo, diciendo lo que está haciendo.

Es imposible no sentirse tocado por eso que estamos mirando, y a diferencia de la música que uno puede cerrar los ojos y escuchar e irse en una especie de trance con la música, en el teatro también te aterrizan la imagen y la imagen te genera un recuerdo que es muy difícil de borrar.

Te entrega algo que te conecta con el presente y te trae también tus memorias del pasado. Creo que eso es algo que el teatro tiene muy en particular, pero sí me parece que que viene un poco a sensibilizarnos como persona.

Javiera Mendoza: «El amor es infinito y no termina ni con la muerte, ni siquiera con la desaparición, porque no es estático, se transforma con el tiempo»

«Y, Y, Y, Y, Y» es una obra sobre amor épico, lésbico y homosexual que muta, se protege e imagina, durante y después de la dictadura chilena, escrita por dramaturgo Nicolás Lange, dirigida por Javiera Mendoza y será estrenada en el Teatro Camilo Henríquez este 31 de agosto.

Javiera, que este año también dirigió «Antes de morir quiero conocer el cielo«, es directora y actriz de 29 años, oriunda de Maipú, que nuevamente dirige para compañía La Chueca, conversa sobre el próximo estreno y lo que podemos esperar de «Y, Y, Y, Y, Y«.

¿Cuándo y por qué nace «Y, Y, Y, Y, Y»?

Esta idea es una convocatoria que me realiza mi compañía La Chueca para dirigirla, que es el segundo montaje que realizo como directora. Nace desde esa invitación y ahora la estoy dirigiendo, pero eso es súper concreto. Me invitan a esto por segunda vez y ya me siento muy parte de la compañía, así que genial.

¿Por qué el título?

El «y» es toda la incertidumbre que podemos tener cuando mencionamos el «y», ya sea la sumatoria de cosas o también el espacio de pensamiento que tenemos antes de decir algo.

Creo que como país y también hoy como seres humanos, estamos en esa incertidumbre un poco y nos permitimos poco ese espacio, lo juzgamos antes, por ejemplo, desde lo concreto, que el «y» es una muletilla, pero también es un pensamiento del no saber cómo decirlo, más lo estoy pensando y lo estoy sintiendo.

Viene desde ese espacio de intermedio, de pensamiento, de pausa, de coma, de la incertidumbre y del abismo.

Como mencionas es tu segundo montaje como directora, ¿qué semejanzas, diferencias o aprendizajes hay entre esta obra y «Antes de morir quiero conocer el cielo?

Me pasa que son obras completamente distintas, pero que se encuentran en el amor. Creo que es una obra muy sensible, que habla de amor también, más allá del contexto político.

Para mí siempre hacer teatro es político, pero porque vivo en este país, para mí todo de alguna forma se conecta con eso desde mi discurso, pero se encuentran en eso.

Pero hay una gran diferencia y que es mi desafío como directora hoy, en que creo que Rae del Cerro con «Antes de morir quiero conocer el cielo», escribió un cuento y era una obra lineal y esta obra es poesía, y para hacerla dramática yo tuve que abandonarme a mí misma de alguna forma, porque yo soy muy del drama, de la teatralidad máxima y creo que solamente había que poder valorar las palabras de Nicolás y de que las personas, el público que asista a estas funciones, las vaya a escuchar, a valorar esas palabras y esa poesía.

Y en esa diferencia, entre un cuento y una poesía, ¿se ve en el escenario?

Yo creo que sí. Yo siento que el cuento había algo más de melodrama y con la poesía hay algo más tranquilo, más en calma, más realista, quizás más naturalista, quizás incluso en donde hay una verdad.

No quiero decir que el melodrama no lo tenga, pero sí hay una construcción de personajes, un mono, hay una caracterización, quizás una representación de algo. Yo creo que aquí tiene que ver con ponernos en escena, poner cuerpos que están relatándose de diferentes maneras, porque son distintos años, distintos contextos históricos, distintos personajes.

Hay mas de seis personajes que las actrices encarnan en la ficción, en cambio, la otra era una escena lineal donde el personaje tenía un inicio, un desarrollo y un final. Había una construcción lineal. Acá hay una construcción de ser humano, de yo como actriz me pongo al servicio de todas estas personas que tengo que representar.

¿Cuál es el desafío como directora bajo lo que ofrece la obra? 50 minutos, dos actrices, más de seis personajes

Yo creo que el desafío, siendo muy honesta conmigo misma, es no tenerle miedo a las pausas. No tenerle miedo al detenerme.

Creo que soy una persona que estoy en un ritmo constante, acelerado y bastante rápido. Me encanta el melodrama y la teatralidad, quiero construir mundos y espacios, pero con esta obra de verdad me ayuda al «escucha, detente tú también y ve lo que está ocurriendo a tu alrededor».

Las palabras que están diciendo y las palabras son tan fuertes que de alguna forma no pueden ser tan horrorosas en el teatro, porque el horror está alrededor. No quiero contar de lo que trata la obra en sí, pero yo pongo dos espacios en el escenario y hay un espacio que es el de la ficción, donde ahí las compañeras empiezan a representar, a encarnar distintos roles, distintas personas.

En eso yo creo que se encuentran en ese espacio un poquito más teatral, pero que también tiene una pausa, donde también hay un valor a las palabras, donde está al margen de lo que es la otra cosa, que es otro espacio que es el naturalista, el realista en donde estamos presentando una obra de teatro.

Se presenta mucho eso, estamos en una obra de teatro, queremos intentar hacer teatro, no sabemos lo que va a ocurrir, lo que les puede pasar, pero vamos a intentar hacerlo. Es tan noble que te juro que así empieza desde una nobleza tremenda para llegar al otro.

Como directora, como actriz, como todo tu ser como artista, ¿cuál crees que es el rol que tiene el teatro como arte en esta conmemoración de los 50 años?

Creo que es muy importante, porque es un espacio cultural, es un espacio que creo que hay algo. que más allá de no haber vivido en la dictadura y ser joven, la viví desde otros espacios, desde la escucha, desde mi familia, desde las cenas, desde las onces, los almuerzos familiares donde tuve abuelos, bisabuelos.

Tuve un abuelo que le allanaron la casa y que le hicieron bolsa su biblioteca y desde ese espacio me puedo involucrar como desde lo político en sí, pero también me afecta desde otro espacio, porque veo que las cosas siguen igual y desde ese lugar sigo con esa misma incertidumbre.

El otro día me pasó como creadora, que fui a ver a una obra de teatro de jóvenes, más jóvenes que yo, recién saliendo de la escuela, y yo dije guau, se me ha ido la rabia, he perdido rabia, qué increíble.

Porque cuando ya estás inmersa en el mundo del teatro, estás creando y estás haciendo y te interesa expresar ciertas cosas, ero cuando hay rabia, cuando hay dolor, es cuando también se construyen otras cosas. Desde ese espacio me estoy volviendo a conectar y creo que como es una obra que habla del amor y el amor para mí lo trasciende todo y es político, no puede no tener que ver con la dictadura, porque cuando hablamos de lo político estamos hablando de Chile.

De alguna forma de ahí conecta y creo está el concepto de memoria. En mi obra está el concepto de habla de violencia, pero enmarcada en una belleza que es una pregunta que yo me sigo haciendo como directora ¿puedo hablar de violencia y de belleza del lenguaje a la vez? La belleza de las palabras, porque es tan horroroso, pero el dramaturgo lo cuenta de una manera tan preciosa, tan bella, real, que no lo puedo definir de otra forma, que se encuentran estas cosas y de verdad que una explosión en la cabeza.

Cómo la belleza y la violencia, pueden ser parte de un lenguaje.

Eso es lo que yo me pregunto hoy y también como estoy viviendo hoy, porque siento que estamos en una violencia y que esta obra habla del pasado, del presente, pero también si estamos hablando de un pasado, un presente es para la construcción de un futuro.

También se habla de un futuro y de lo que estamos construyendo como seres humanos, porque no se nos puede olvidar. A mí, con la edad que tengo, con las cosas que yo sé por historia de Chile, que se puede aprobar una nueva Constitución, yo soy de esa de la idea de que no lo veo tan alejado con los pensamientos individualistas y moralistas que estamos teniendo hoy como ciudadanos de Chile.

Que espero que no, porque vivimos en esa ignorancia no todo el tiempo, pero también en esa burbuja que nos han hecho pensar, que viene de la dictadura militar y ahí el abismo.

¿Cuáles son los puntos claves para entender la obra?

Yo creo que no hay nada que entender. Eso es lo primero que le podría decir al espectador/espectadora que vaya a ver esta obra.

Habla de memoria, habla de amor, habla de muchas sensaciones que yo creo que el público tiene que ir a escuchar y a detenerse un rato. Creo que la única ambición que tengo como directora es que las palabras tomen valor en estos tiempos y de que logremos entender lo que está alrededor de nosotros como humanos.

De alguna forma también habla del mar, yo lo contextualicé en ese espacio. ¿En qué sentido? En que todos y todas nos hemos encontrado en algún momento en el fondo. Desde la poesía o desde la tristeza profunda que podemos vivir como humanos. En ese fondo nos encontramos y somos todes iguales.

Desde ese espacio también me pregunto cómo nos encontramos todes y pensamos y construimos un futuro. ¿Cómo nos encontramos en ese flote o en ese fondo? ¿Pero cómo nos encontramos? ¿Cómo podemos dialogar, cómo podemos entendernos?

Esta obra es solamente para venir a a escuchar, un espacio sensible de amor, porque para mí el amor es infinito y no termina ni con la muerte, ni siquiera con la desaparición, porque no es estático, se transforma con el tiempo.

Invitaría a las personas que ya sabemos lo que vivió este país y que no invitaría a ver una obra de dictadura, invitaría a detenerse y a escuchar las palabras que escribió el dramaturgo.