Tomás Ahumada es director de “Rebecca” obra que se presentaba en nuestro Teatro durante este 2020.
Con 31 años, Tomás Ahumada Hermosilla es actor, director teatral y magíster en Dirección Teatral de la Universidad de Chile. Su investigación se ha centrado principalmente en la figura del espectador como participante activo de la puesta en escena.
Entre sus trabajos se encuentran los montajes “Metropolitana” (2012-2013), escrita por Tomás Henríquez, “Hijo de Putre” de Sebastián Olivares (2013-2015), y “Rebecca” (2018-2019), escrita por Teatro Colaborativo, la que será reprogramada para ser remontada para la cartelera 2021 de nuestro teatro.
¿Quién es “Rebecca”?
“Rebecca” es una funcionaria encargada de recibir a los postulantes al subsidio habitacional. En la obra, se generan distintas situaciones que tensionan el concepto de “el sueño de la casa propia” y actualizan la discusión sobre el derecho a la vivienda y la ciudad. Rebecca cumple un rol asistencial y funciona como intermediaria entre el sistema y los usuarios.
El montaje tiene dos sentidos; por un lado, se instala como una plataforma artística para reflexionar en torno al derecho a la vivienda y la ciudad, y a su vez, es una crítica al actual sistema de subsidio a la demanda para la vivienda.
¿Cómo surge la idea de llevar a las tablas esta temática?
La lucha en torno a la vivienda tiene sus inicios desde el siglo XIX hasta la actualidad: vivir de allegado, vivir en una toma, pagar arriendo, no poder acceder a una vivienda, desplazarse 4 horas al día para tener que llegar a tu trabajo, postular a un beneficio social durante 10 años, no tener derechos sobre el territorio que habitamos, son parte de algunas de las dificultades a las que nos enfrentamos como sociedad. Es por ello, que la obra busca construir una experiencia corporal y reflexiva en torno al fenómeno de la burocracia, dado que la reflexión sobre la vivienda es un tema que nos cruza a todos.
Por otro lado, en términos escénicos, en una primera etapa se investigó en torno a la figura del espectador y la participación en la puesta en escena. Posterior a eso, temáticamente nos acercamos a la problemática habitacional debido a su valor histórico y político.
Hablar de la postulación a este beneficio social, es hacer un símil a nuestras postulaciones a los fondos de cultura. Para vivir dignamente o para trabajar, dependemos de rellenar “correctamente” un formulario o completar ciertos requisitos. En definitiva, la idea de un Estado subsidiario es un paradigma que debe transformarse.
¿Cómo ha sido recibida por el público?
“Rebecca” se enmarca en un lenguaje participativo. En este sentido, el gesto de la acción del espectador es clave. Se torna necesario en este contexto, que la experiencia no sólo se vuelva contemplativa-reflexiva, si no que transforme los cuerpos. Que los vuelva participantes, lo que es coherente a nuestro contexto actual.
La obra ha sido ha sido presentada en teatros y espacios no convencionales, con distintas experiencias de recepción. La participación es un concepto que está cobrando fuerza en el siglo XXI, como proyecto político de vinculación y eje activo de creación de nuevos núcleos de personas. Su objetivo pretende construir nuevos modos de acción, de existencia y de organización, cambios que nos afectan directamente como personas dentro de la sociedad. Por lo tanto, la experiencia de la recepción de las y los espectadores permite que la reflexión se materialice en el cuerpo.
¿Cuáles han sido tus momentos clave en las artes?
Si tuviera que hablar de momentos claves, sin duda que uno de ellos fue el tiempo en que era ayudante de las clases que imparte Aliocha de la Sotta. Creo que ella me ayudó mucho a entender el teatro como una materialidad y su trabajo es profundamente político. También participar del Festival ENTEPOLA en el año 2019, debido al importante trabajo de formación, gestión y difusión de las artes escénicas y que su equipo lleva desarrollando por años en la comuna de Pudahuel. Participar de esa experiencia fue clave para comprender el compromiso y la importancia del trabajo con los territorios.
¿Qué es Teatro Colaborativo? ¿Por qué no es una compañía teatral?
Preferimos pensar a Teatro Colaborativo como un grupo de investigación, creación y producción escénica. A partir del concepto de la colaboración, seleccionamos los temas a analizar y posteriormente pensamos en los mecanismos de montaje. De este modo, buscamos comprometernos con el contexto socio-político de Chile a través de la escena. Actualmente el grupo esta integrado por Carla Schmied, Elizabeth Pérez, Cecilia Aguirre, Karina Ramírez, Carlos Castañeda, Constanza Barerra, Valeria Leyton y Fernando Rosselot.
¿Cómo ha afectado la pandemia tu trabajo?
Llevamos dos años haciendo la obra y nos hemos preguntado por su pertinencia post estallido social. Sin duda que temáticamente aún la tiene, sólo que en este corto plazo las personas han materializado la expresión de la participación en la calle misma a partir del 18 de octubre. Queríamos cerrar este proceso en el Teatro Camilo Henríquez para dar paso a otras investigaciones en torno al trabajo con los territorios.
En términos personales comencé a trabajar en un proyecto virtual llamado Historia de Amor-Últimos Capítulos a partir de la dramaturgia de Jean-Luc Lagarce, junto a María Figueroa y Gonzalo Araya, y por otro lado comencé a idear proyectos que se adapten a las nuevas condiciones que se vienen posterior a la pandemia.
¿Cuál crees que es la ventaja que tienen los creadores jóvenes versus las generaciones más antiguas?
No sé si existan ventajas o desventajas. Creo que este es el momento para democratizar los conocimientos, abrir los espacios, e instalar discusiones en torno a los modelos artísticos de producción. El teatro presencial está detenido y es probable que pase mucho tiempo para que podamos volver a encontrarnos. No obstante, la expresión y la necesidad de generar materialidades (digitales, gráficas, sonoras) y/o discursos persiste en el tiempo y el espacio. Es importante conocer el trabajo del otro y poner en valor las diferentes producciones que se están desarrollando, con el objetivo de desarrollar colaboraciones disciplinares y territoriales que permitan instalar la cultura como un medio de expresión político-social.
¿Cómo te proyectas hacia el futuro?
Como grupo queremos abrir constantemente nuestros espacios de creación fortaleciendo la colaboración, con el objetivo de desarrollar nuestro trabajo no solo en las salas de teatro, intentado democratizar la experiencia teatral y poniendo énfasis en la importancia del acceso a la cultura. Creemos que la experiencia en el edificio teatral es igualmente importante que la que ocurre en el espacio no convencional, por lo que buscamos re-pensar los modelos de gestión y producción artística.
La escena, como espacio de encuentro, nos permite concebir el teatro como el lugar donde se articula la sociedad: una comunidad de sujetos que pertenecen a un mismo tiempo y a un mismo espacio, en donde se definen los puentes y las reflexiones en torno a la identidad colectiva. Sin duda que la pandemia ha puesto en crisis la presencialidad, no obstante, y bajo este sentido, me proyecto pensando en la producción creativa bajo estos paradigmas y en donde el espectador es una figura central.
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