Nacida en Chiloé, la escritora, poeta y dramaturga Patricia Águila rescata a través de sus textos la historia cotidiana de la Isla y sus habitantes.
Con solo 28 años, Patricia Águila ya cuenta con dos publicaciones; su primer Poemario “Luciérnagas” distribuido y editado por la Editorial Wayruro (La Serena) y “Cindy López” en el año 2020 editado por la Editorial Folil. Asimismo, algunos de sus poemas se encuentran en el fanzine “Lava N°1” de la Editorial Relente (Osorno), en la revista “Sudras y Parias “(Lebu) y en la revista Digital Liberoamérica “Pétalos rebeldes: Poesía chilena contemporánea”.
Como dramaturga, Patricia tiene dos obras escritas: “Cuerpos Embolsados” y “De pandemia y otras vecinas (monólogos en cuarentena)”. Actualmente trabaja como locutora en el programa de radio “Amargadas” para Holística Radio de Santiago y forma parte de los colectivos culturales Pájaro Azul y Marea Negra Chilwe.
¿Cuál es tu primer acercamiento a las artes escénicas desde la escritura?

Luego de terminar mi último libro “Cindy López” tenía la inquietud y las ganas de probar otro formato que me permitiera trabajar lo sonoro y el movimiento de lo que escribía. Así fue como comencé a trabajar en mi primer guion “Cuerpos Embolsados” que hablaba del cotidiano de las operarias que trabajan en las plantas de proceso de salmón en Chiloé. Luego continúe con “De pandemia y otras vecinas” monólogos en cuarentena que abordaban los procesos de confinamiento en los barrios, las nuevas formas de relacionarse, etc.
Postulé la obra “De pandemia y otras vecinas” a un fondo que abrió la Municipalidad de Castro y se adjudicó un presupuesto que permitió comenzar a trabajar para estrenarla.
¿Cuál es el vínculo entre el territorio en que trabajas y la creación poética?
Mi territorio es Chiloé, el barrio en el que crecí. Escribo sobre los espacios de resistencia que se han gestado durante años en el territorio, también sobre la intervención y el extractivismo que existe desde lo económico y cultural. Crecí viendo la mirada de Chile sobre nosotros, lo que generó una predisposición a lo que se esperaba creativamente. Si escuchan poesía desde Chiloé esperan un paisaje, una postal para reconocer el territorio en las letras. De Chiloé me interesa escribir sobre cómo las salmoneras han provocado la gran migración forzada del campo a la ciudad; los muertos en las pesqueras, la desigualdad en los barrios, la contaminación de nuestros bordes costeros y las voces rebeldes que hablaron sobre esto y marcaron las primeras denuncias como Rosario Hueicha, las folcloristas de Caituy, Willimapu, LLauquil y Ramon Yañez.
Mi creación poética trabaja desde la memoria como relato histórico, en él construyo mi espacio sonoro. Escribo desde el ruido del barrio; la música de mi madre, el ritual de las vecinas, las esquinas donde pasamos las tardes. El cotidiano es un espacio de resistencia, donde existe belleza y también una posición de clase.
¿Crees que existe un aislamiento cultural que afecta a las y los creadores regionales? ¿Cómo es el escenario artístico en Chiloé?
Por supuesto que existe una mirada de poca urgencia frente a los procesos culturales que se plantean desde las regiones. Son preguntas que no necesariamente le interesan a la gran urbe o a los jurados que clasifican los fondos culturales. Nuestros procesos creativos desde el sur responden a otros tiempos, otras inquietudes, otros procesos creativos o de investigación. Pero también las y los creadores artísticos de todas las regiones no permiten que debido a esto se detengan los procesos. Realizan gestiones tremendas para sacar a adelante sus proyectos; un disco, una obra, un libro o una editorial. Esto logra levantar escenas culturales en los territorios. Si los espacios no están, se crean o se toman. El hecho artístico puede existir en cualquier espacio, no solo a los que nos han señalado (museos, galerías, teatros) como óptimos. Pero también esta gestión agota y termina convirtiendo a las y los creadores en mártires. No recibimos el trato digno y justo que merece cualquier artista en este país.
¿Cómo ha sido el trabajo artístico en pandemia? ¿Cómo has logrado reinventarte?
La llegada de esta pandemia trajo consigo mucha incertidumbre y miedo. Se truncaron las primeras ideas de los procesos que tenía pensado para este año. Debí replantearme desde los nuevos formatos, entendiendo que todo sería de manera digital u online y que debíamos pensarnos desde ese lenguaje. Se cayeron otras fuentes laborales y tuve que trabajar el doble en generar contenidos que puedan ser novedosos para las nuevas plataformas. El teatro ayudó mucho a que pudiéramos seguir creando y acompañando desde el arte, también apareció la radio en este camino y comencé a trabajar como locutora en el programa “Amargadas” de Holística Radio junto a Elisa Monti y Francisca Castro generando espacios de conversación.
¿Cuáles de tus trabajos ha sido el más significativo? ¿Por qué?
La obra de teatro “De pandemia y otras vecinas”. El proceso colectivo que construimos con el elenco (que además son mis amigas) fue tremendo, íntimo y desafiante, los personajes eran voces entrañables que reconocía en todos los barrios del archipiélago, voces llamadas a cantar la historia y su historia. Re significaban la memoria de otras mujeres en sus relatos, decretaban a la vecina como un espacio de ternura y resistencia. Sobre todo, haciendo carne los ritos que se viven en nuestra comunidad Chilota; acompañarse en todo momento. Como en los velorios, donde recuerdo que todas las vecinas acudían a la casa de la o el difunto, para estar con la familia, sentir esos muertos como tuyos, lavarlos y vestirlos y quedarse toda la noche por si la vecina necesitaba algo.
¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Estoy escribiendo un libro de poesía “Niñas de pies manchados” que habla sobre la migración de las mujeres en los años 70 -80 a la ciudad de Castro y a Punta Arenas para trabajar en las estancias. Además, estamos en proceso de comenzar a trabajar en una nueva obra de teatro que terminé de escribir hace poco y se llama “No todo lo que brilla es oro”, obra que trata de un burdel que funciona en el puerto de Quellón. En ella participan las actrices Consuelo Vargas, Paulina Villavicencio, María Teresa Rodríguez, Desna Mancilla y los actores Ignacio Chiguay y José Manuel Muñoz.
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