Conversamos con Carola Chacón, diseñadora teatral y parte de la Compañía Geografía Teatral, quien, a los 15 años de edad, inspirada en una obra de Ramón Griffero decidió su camino profesional.
En las artes escénicas existen diversos roles y funciones que hacen posible la presentación final de una obra. Los más visibles y como tales reconocidos, son habitualmente la dirección, dramaturgia y el trabajo de los elencos, quedando muchas veces en segundo plano, el diseño teatral, que es fundamental para lograr lo que vemos sobre el escenario.
Carola Chacón es diseñadora teatral e Historiadora del Arte, quien además de trabajar en la Compañía Geografía Teatral es Coordinadora de exposiciones de la sede Quinta Normal en el Museo de Arte Contemporáneo y profesora ayudante en el curso de Historia del Arte en la Universidad Diego Portales.
Como integrante de la Compañía, Carola ha tenido el rol de diseñadora de vestuario y diseñadora integral en distintas obras desde el año 2008 a la fecha, además de su participación en la elaboración de contenidos, como parte del equipo creativo de la compañía.
¿Qué te motivó a seguir este camino profesional en las artes escénicas?
Cuando tenía 15 años fui a ver Río Abajo, de Ramón Griffero y me quedé impactada. No sólo por la crudeza de su texto sino también por esa abismante escenografía diseñada por Herbert Jonckers. Descubrir que existe la posibilidad de crear un edificio y situarlo arriba del escenario, es decir, de crear un mundo escénico complejo, me pareció sorprendente y en ese momento pensé que yo quería hacer eso y quería estudiar diseño teatral.
Luego, hice un giro y después de pasar dos años estudiando la carrera, decidí cambiarme a historia del arte, también en la Universidad de Chile. Este cambio sonaba extraño, porque la experiencia mutó de ser cien por ciento práctica y se transformó en muchas horas de lectura y teoría. Sin embargo, después de terminar la carrera, Tomás Espinosa, director de Geografía Teatral –a quien conocía desde mucho antes–, me invitó a trabajar en su segundo montaje, para que diseñara el vestuario.
¿Cuál es tu inspiración para el diseño? ¿Hubo algún trabajo que te marcó?
Como también estudié historia del arte, suelo recurrir mucho a las artes visuales buscando inspiración. Estoy permanentemente siguiendo el trabajo de artistas contemporáneos que hacen instalaciones, videos, etc., y todos ellos a través de sus obras, son potenciales ideas/experiencias que pueden servirme a la hora de pensar un diseño. Me gusta reflexionar sobre diseño, a través de la sensación de habitar el espacio y me gusta la idea del acontecer como experiencia única e irrepetible de ese espacio.
Soy muy obsesiva y me fijo en los detalles, las terminaciones, que todo lo que tiene que estar ahí, sea parte de la escena. Me gusta darle mucha vuelta a las cosas hasta conseguir lo que se busca. Detesto las falsedades y prefiero la evidencia de lo artificial, la no literalidad y la posibilidad de crear una teatralidad muy visual, que no necesariamente sea realista. Me encanta que con cosas simples se puedan lograr efectos increíbles o viceversa, potenciar la experiencia desde la evidencia de lo teatral y que el público entre en ese juego.
¿Cuál es el rol de una diseñadora en una compañía teatral?
En mi caso, ha sido un camino que hemos recorrido en conjunto con el resto de mis compañeros –Tomás Espinosa (director), Bárbara Vera (actriz) y Camila Provoste (productora)–, ya que hemos ido descubriendo el lenguaje escénico que nos atrae para crear. Hemos trabajado en 14 proyectos juntos y cada uno desde su punto de vista, ha puesto enfoques que potencian el diálogo y la discusión. Es sumamente gratificante, saber que podemos no estar de acuerdo muchas veces y que, sin embargo, trabajamos con una meta común y en pro de crear una obra que nos guste. Creo que el rol de un diseñador dentro de una compañía es darle importancia a la visualidad en todos los ámbitos de la creación, desde los proyectos en papel, hasta las obras en el escenario y situar los referentes artísticos que estamos constantemente buscando.
¿Cómo ha sido tu experiencia profesional?
Mi experiencia ha sido muy buena. Si bien, con mi compañía es con quienes trabajo habitualmente –y se han transformado en una segunda familia–, he trabajado con otros directores y he podido conocer también otras formas de llevar a cabo los procesos creativos. Aún cuando existan diversas metodologías para abordar las etapas de un proyecto, en el teatro o en el plano audiovisual, cada equipo es un mundo distinto y, en ese sentido también, ser parte de una compañía, implica un trabajo constante y permanente, conocerse y entender la forma en la que se trabaja.
La diferencia en términos profesionales, cuando no se es parte de una compañía, es que los procesos pueden resultar “más distantes” en el término práctico de las cosas, ya que a veces como diseñador, uno no está al tanto de cada detalle de la cadena de producción/creación. En la compañía la comunicación es siempre pareja y fluida, por lo tanto, manejamos los proyectos de forma más cooperativa y siempre todos terminamos involucrados un poco en todo.
¿Cómo te has podido reinventar tras la pandemia? ¿Te ha sido posible el trabajo en diseño?
La verdad es que para mí ha sido muy difícil entender la pandemia y los efectos de la cuarentena. Me ha costado mucho “entregarme” al cambio y desistir de la idea de la experiencia presencial. He sido bastante opositora a producir por producir, porque también he sentido empatía por la situación social/global que ha sido muy potente, y creo que me ha afectado. Y en ese plano, junto a la compañía nos hemos enfrentado a la pregunta que me imagino que todos se han hecho: ¿y ahora qué hacemos?, ¿cómo seguimos? y ¿cómo nos proyectamos? Y la respuesta consensuada frente a ello, después de no pocas discusiones, fue hacer un proyecto audiovisual en pandemia, con un contenido que, desde la creación, nos permitiera criticar y poner en evidencia lo que de alguna forma había quedado congelado por la misma pandemia; las consecuencias de las movilizaciones sociales de octubre de 2019. “Mirando fijo algo que explota” fue la posibilidad de reencontrarse con el diseño, muy caseramente, desde lo que teníamos a mano, pero dándole todo el sentido a la historia que queríamos contar.
Ahora, hace muy poquito, me llamaron a colaborar en otro proyecto audiovisual, un cortometraje, que ya estamos trabajando y para el cual también me ha costado producir y pensar desde el encierro de la cuarentena.
¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
Me cuesta mucho proyectarme a futuro y siempre estoy viviendo en el plano inmediato. Creo que le tengo pánico a la idea estructurada de una vida que tiene fechas para todo. Esto puede ser muy contradictorio, porque en teatro muchas veces trabajamos con plazos muy concretos y si bien, hay proyectos que requieren mucho más tiempo que otros, tengo la sensación de que igual ese “mediano plazo” me acomoda y puedo tenerlos en mi cabeza.
Por lo pronto, como compañía, tenemos pendiente el proyecto “Flaca Alejada”, que estrenaríamos acá en el Teatro Camilo Henríquez y al cual le hemos estado dando vueltas en su estructura, porque ha sido un proceso muy afectado, primero por las movilizaciones del 2019 y luego por la pandemia. Y tenemos también otra obra en carpeta, “El tony chico”, que aún ni siquiera hemos podido empezar a ensayar y que debía haberse estrenado en julio del 2020. Pero bueno, yo cruzo los dedos para que esto pase cuanto antes y retomemos ese espacio vital de conectarnos cara a cara… Quizás por esto mismo no me gusta proyectarme, para así no frustrarme tanto.
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