Premio del Círculo de Críticos de Arte año 2000, la destacada cantante lírica, actriz, pedagoga teatral, y vicerrectora de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile Magdalena Amenábar Folch, en su rol de directora de la compañía “La Boys Band” presentaba durante este 2020 en nuestro teatro “De la Mesa a la Musa”.
Durante su nutrida carrera como solista, soprano, con acento en la llamada Música Antigua, Magdalena ha logrado acercar este estilo musical a todo tipo público. “La Boys Band aborda una mirada teatral irónica y descontextualizada de la música vocal docta de todos los tiempos. Sin fronteras de estilo, sin frontera de idiomas. Es un gran juego escénico”.
De su pasión por la música y sus proyectos futuros, entre otros temas, conversamos con quien es además locutora de Radio Beethoven FM.
¿Qué factores de tu entorno familiar o de tu infancia, crees que influyeron en tu vocación artística? ¿Existe un momento clave? ¿Cuál?
Yo no recuerdo la vida sin la música, el canto o el teatro.
Diría que aprendí a hablar cantando…
Soy hija de un ingeniero y compositor. Un pionero en Chile de la música electroacústica (Juan Amenábar), con quien escuché música, sin fronteras estilísticas toda mi vida.
En casa, tanto se escuchaba a Los Beatles como a Mozart.
Por otro lado, mi mamá (Eliana Simpson) era una actriz, con una carrera enfocada en la escena, pero también en la locución. Ella tenía una voz privilegiada y era muy histriónica y, en este contexto, el escenario fue algo connatural para mi. Un lugar de mucho gozo en el que estuve desde chica haciendo teatro infantil, teatro musical o participando en festivales.
Mis padres creyeron fervientemente que lo mío era el canto y el escenario, aunque yo me sentía muy atraída por el diseño o la psicología.
Me costó asumirme artista, pero aquí estoy, hablando fascinada de ello.
¿Qué es la música para ti?
La música es el más sutil de los refugios.
Un espacio de tiempo – sin tiempo donde es posible crear, expresar, jugar, improvisar. Desde allí puedo entender el mundo y también abstraerme de él.
La música es para mi un alimento del alma, una maravillosa terapia.
Como parte de tu larga trayectoria como soprano, te has dedicado en gran parte a la música antigua. ¿Qué es lo que más te gusta de ella?
Cuando hablamos de Música Antigua hablamos del cimiento de
toda la música que escuchamos hoy. De los cientos de obras creadas en el el medioevo, el renacimiento y el barroco.
Son siglos primigenios en que la música se fue apoderando de las palabras confiriéndoles, en forma progresiva, importancia, sentido y emoción.
Casi 600 años en que el arte musical viaja desde ser un objeto puramente devocional, lleno de silencio y muy despojado, hasta encontrarse con el poder y sentido del texto, la expresividad y el lucimiento instrumental y tanto nos referimos al canto gregoriano o los trovadores como al nacimiento de la ópera que integra todas las artes.
Como intérprete, toda la música y todos los estilos son un desafío, pero la música antigua me hace sentido y siento sobre esto que hay mucho que poner en valor y tanto que aprender.
En «La Boys Band» tu rol en la dirección te deja «bajo» el escenario. ¿Cómo ha sido esa experiencia para ti?
¡Uf! Ha sido duro…
Dirigir, sin subirme al escenario, ha sido toda una exploración y un reto.
Yo canto con el grupo todo el repertorio, cada función. Si estuvieran filmándome sería, creo, muy divertido
Además, la interacción con actores es muy distinta a trabajar con profesionales de la música que normalmente dominan sus partituras, pero se interesan poco o nada por la interacción con un público.
Los actores en cambio son propositivos, gestuales, orgánicos con el espacio escénico, gozosos con el texto, pero hay que dotarlos de mucho rigor musical, que no siempre está incorporado.
Tengo la maravillosa suerte de que La Boys Band nació con alumnos que se criaron todos a mi alero. Ya conocen mi disciplina…
En tu opinión, ¿Cuál es el aporte a las Artes Escénicas que tiene “La Boys Band»
No sé que exista otra propuesta como esta en Chile. Las hay con otros formatos, otros repertorios y fundamentalmente con voces femeninas.
La Boys Band aborda una mirada teatral irónica y descontextualizada de la música vocal docta de todos los tiempos. Sin fronteras de estilo, sin frontera de idiomas. Es un gran juego escénico.
Para el público que aún espera asistir al concierto teatral «De la mesa a la musa», ¿Cómo les describes la experiencia?
“De la mesa a la musa” es un Divertimento teatral.
La música de todos los tiempos históricos, el texto, los recursos del teatro y el humor, dialogan en un espectáculo ágil, lleno de sorpresas que fascinan a cualquier espectador.
No podemos dejar de lado la contingencia. ¿Cómo has podido desarrollar tus proyectos artísticos en medio de la pandemia?
El trabajo con la Boys Band debió posponerse. Todos lo resentimos…
Echamos mucho de menos nuestro espacio de creación e ingenio, pero es difícil ensayar sin sonar, porque la esencia de la propuesta se nutre del canto y sus sutilezas.
Por mi parte, estoy haciendo un programa para Radio Beethoven (97.7) con el que he podido hablar del canto sin cantar. Se llama “Palabras bajo la Pauta” y es un cruce entre la poesía y las obras vocales de todos los tiempos; una integración entre poetas y creadores.
Este tiempo extraño y único, también me ha permitido dar clases magistrales y seminarios sobre la música vocal que han tenido mucha convocatoria, dada la facilidad de acceso que tienen las plataformas digitales.
Todo un desafío para un artista.
Todo un aprendizaje para lograrlo.
¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Reponer cuanto antes el quehacer de La Boys Band y en lo personal, volver al escenario.
Ya tengo un par de proyectos en carpeta que, si todo va bien, viajarán a la Argentina.
Sobre el autor