Actriz, directora y dramaturga Puertorriqueña, Lixandra Merced Cotté vive en Chile desde el año 2008.
Lixandra estudió teatro en la Universidad de Puerto Rico, asimismo, ha sido parte de diversos talleres; en el Centro de Teatro del Oprimido en Río de Janeiro con Augusto Boal y en el Teatro Malayerba en Quito.
En Chile, dirigió “Isabel desterrada en Isabel” de Juan Radrigán, con Catalina González interpretando a Isabel. En una puesta en escena basada en objetos de desecho, con una Isabel coleccionista de objetos que la ayudan a contar historias en mini teatros de objetos inventados por ella.
Este semestre, estrenaba en nuestro teatro la obra “Casa Alma”, obra que transcurre en un siquiátrico, donde se está llevando a cabo una terapia que consiste en jugar al concurso de belleza. ¿Quién es el jurado de este concurso? El público asistente.
¿Qué lado de las artes escénicas has desarrollado más durante tu carrera, en dirección, como actriz o dramaturga?
Lo más que he hecho es actuar, amo crear un personaje y sentirlo, vivir cada función. Bueno, dirigir también, porque además de dirigir una obra formalmente, cuando uno da talleres también está dirigiendo.
La dramaturgia es nueva para mí ahora, porque no me había llegado la necesidad de escribir teatro. Siempre he escrito, es lo que me gusta hacer: expresarme a través de la escritura. Participé en varios talleres de dramaturgia.
Te ha tocado recorrer América Latina como actriz, así como participando en seminarios y obras. ¿Qué rescatarías de esta experiencia global, en términos del estado del arte en la región?
Recorrer América Latina suena enorme (risas). Lo poquito que he experimentado es que los artistas somos muy parecidos en todas partes. Necesitamos, fuertemente, el encuentro. Mirar… y mirarnos… y que nos miren, compartir ideas, dolores y bellezas, cuestionarnos y provocar cuestionamientos aunque sean muy simples.
¿Cuál es tu opinión sobre el desarrollo de las artes en nuestro país?
Son 12 años ya viviendo acá, en mi opinión este país es arte y cultura por todas partes. Cuando tengo visitas me encanta hacerles el recorrido por los museos y contarles emocionadísima que la mayoría tienen acceso gratuito.
Les cuento el problemilla del impuesto tan alto a los libros, pero también les enseño las Bibliotecas del Metro, y les cuento de mi membresía al sistema de Bibliotecas de mi comuna. Hay panoramas culturales y teatrales a precios módicos, incluso con entradas «a la gorra».
Sé que se deben hacer reformas a los sistemas de fondos concursables para que más proyectos tengan apoyos, pero que existan ya es un motor que permite que continuamente se estén desarrollando trabajos.
También hay grupos particulares que logran armar estos motores que digo, que impulsan a creadores, como la gente de Interdram.
Teniendo en cuenta esa experiencia, también te has encontrado con renombradas dramaturgas y dramaturgos. ¿Hay algún momento, alguna experiencia que haya marcado tu trayectoria?
Yo amo tener maestros y maestras. Todas las personas que me han dado clase o que me han dirigido son mis maestras y maestros y me moldearon. Mi maestro José Luis Ramos Escobar me dejó estrenar una obra suya inédita. La sacó de su escritorio y me la pasó así tan campante. Agarré ese libreto en mis manos haciéndome la cool pero por dentro estaba a punto del desmayo.
Arístides Vargas siempre será una marca gigante, su forma de guiar en la escritura, su forma de dirigir…De él aprendí muchísimo. Una cosa que aprendí de él y que siempre recalco es que en una obra no hay una sola dramaturgia.
Está la dramaturgia del autor, lo que escribió, como lo escribió y solo el autor sabe sus motivos (o no motivos). El autor lo imagina de una forma que es de él y sólo de él. Está también la dramaturgia del director, que es la historia que quiere contar el director con ese texto. Uno puede armar un cuento propio desde el cuento del texto, respetándolo sí, (ay que me gusta respetar el texto). Pero yo como directora tengo que armar mi dramaturgia sobre eso, ese es mi trabajo principal al dirigir. También está la dramaturgia de los actores, que a través de sus personajes cuentan su propio cuento. Y por último, la dramaturgia del público, que es el cuento que cada espectador se arma de lo que presenció.
Supe de su compañía Malayerba gracias a mi maravillosa maestra Rosa Luisa Márquez que fue una abridora de ventanas en mi formación. Actué en 4 obras escritas por él, dirigidas por diferentes directores. Estuve en la Casa Malayerba en Quito para un taller con él, con Rosario «Charo» Francés, con Santiago Villacís y con Gerson Guerra. Después él y Charo fueron a Puerto Rico a ofrecer un taller de dramaturgia para directores y también tuve la oportunidad de estar ahí.
En conclusión, estoy muy marcada por el arte de Aristides Vargas.
¿Cuál fue el momento en llegas a ser parte del teatro chileno?
A finales del 2009 mi amiga Catalina González me invitó a actuar en un montaje de su compañía. Uno de esos procesos largos que nunca ve la luz.
Estuvimos tanto tiempo trabajando esa obra que en medio fue el terremoto 27 f, quedé embarazada de mi segundo hijo, se murió mi papá, parí, fui a ensayos con el bebé en la teta… y después cancelamos todo. Como nos quedamos con las ganas, me dijo que había un texto de Radrigán que quería montar, que lo leyera a ver si se lo quería dirigir. Lo leí y dije: ¡Wow claro que sí!
¿Qué ha significado para ti, como directora y dramaturga, trabajar con Juan Radrigán?
Con él hablé por teléfono una vez. Yo estaba nerviosísima y él me trató con mucha amabilidad y me tiró varios chistes en medio, me hizo reír mucho.
Trabajar su texto fue muy desafiante porque es el escrito de una eminencia en el país, uf quién soy yo para atreverme. También quería respetarle cada coma, cada punto, cada pausa y a la vez hacer mí propio montaje. Logramos una obra muy linda que amamos mucho.
Estrenabas en nuestro teatro durante este mes de agosto, «Casa Alma», obra que diriges. ¿Cómo surge la idea de esta obra?
La idea surgió de mi necesidad de actuar, era el 2015 y estaba viviendo en Olmué en el fondo de un Fundo, en una cabañita alejada del pueblo. Pensé que podía empezar a hacer monólogos en algún centro de eventos o algo parecido. Escribí un texto de desamor y en vez de actuarlo lo sometí a una convocatoria y fue escogido por Interdram para sus lecturas dínamo. Luego decidí ampliarlo y fueron apareciendo otros personajes y se armó un concurso de belleza en el siquiátrico donde están todas.
De donde yo vengo los concursos de belleza son cosa seria y aunque hay mucho que cuestionarse ahí, a mí no me interesa burlarme de ese mundo, porque lo entiendo. ¿Cuál mundo? ¿El concurso o el siquiátrico? Nada que burlarse de ninguno, y mucho por entender.
Lo engaveté por años, hasta que un amigo me dijo que quería producir teatro, que le pasara alguno de mis textos engavetados. Le pasé dos, los leyó y me dijo que montáramos éste. El segundo texto lo mandé a Interdram y lo escogieron para la residencia de agosto 2019. Una muy nutrida experiencia.
Pasando a otro tema de contexto, ¿cómo ha sido para ti, en términos de desarrollo artístico, el efecto de la pandemia?
Frustración por esta obra que lleva años dando bandazos en mi vida, pero he tenido la suerte de contar con un elenco que va a todas. Hemos ido trabajando a distancia, con paciencia, calma, poniendo atención a los detalles. Ha sido bueno poder tener registro de cosas del proceso que normalmente se pierden. Nos hemos respetado muchísimo los tiempos y ánimos.
Corroboré que las emociones que provoca hacer teatro, son las mismas siempre, y son inquebrantables.
Por otro lado, hace tres años trabajo como narradora oral, y siempre pido que guarden celulares, que no graben, para que vivan la experiencia y ya. Para mí grabar el cuento era como matarlo. Pero me invitaron a la Bibliolancha Felipe Navegante a través de las redes sociales. Imposible decir que no con mi tonta excusa.
Un aprendizaje más.
¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Estoy trabajando como parte del equipo en un proyecto que busca acercar al público a clásicos de la literatura, el arte, el teatro… Se llama Classics in a minute. A mí me toca tratar de contar Hamlet en un minuto. (Risas) Como si no fuera suficiente todo lo que estamos viviendo.
Sobre el autor