«Las Convocadas» y «Cuando se rompa el silencio» son dos obras de Teatro La Crisis, una compañía marcada por el teatro lesbo-feminista y que desde distintos casos, abordan la violencia social y cultural hacia lesbianas en Chile, también preguntas sobre la justicia, pero a la vez apelan a algo tan humano como la empatía.
Tatiana Baeza-Fariña, actriz oriunda de Concepción, es la dramaturga detrás de las dos obras. Egresada de Actuación en la Pontificia Universidad Católica de Chile con certificado de Especialización en Dramaturgia y en Dirección, la artista explica su acercamiento al teatro, por qué comenzó a escribir y piezas claves que caracterizan «Las convocadas» y «Cuando se rompa el silencio«.
Haciendo memoria, ¿cuál fue tu primer acercamiento al teatro?
La verdad es que creo que el teatro siempre fue un poquito lejano para mí, no vengo de una familia que viera mucho teatro. En mis colegios nunca hubo taller de teatro, pero sí en un momento, cuando estaba en primero medio. Soy de Chiguayante, y en mi colegio contrataron una actriz que fue a hacer un taller de teatro. Alcanzamos a tener dos clases, después la despidieron. En realidad fue muy triste, porque solamente alcanzó a presentar el «juego», que me hizo mucho sentido.
¿Y qué es lo que te llamó la atención?
Ese primer acercamiento fue con la Monserrat Cifuentes, una de las actrices de «La otra Zapatilla«. Ella se se presentó, nos hizo hacer este clásico juego de la fotografía, que es de improvisación y pongamos en una situación, por ejemplo, estamos en la playa, vamos a configurar una foto de la playa. Entonces de repente llega alguien y hace como si estuviese nadando otra persona, que toma sol. A partir de eso uno va componiendo en el espacio, a partir de esta imagen.
Recuerdo que estábamos haciendo eso y yo igual siempre tuve un poquito de problema en el colegio, era muy desordenada, siento que en ese momento toda esa creatividad, un poquitito que uno tiene que tener para ser desordenado, la encontré en un lugar que me hizo sentido. Quizás todo no es solamente desorden, parece que es algo y luego tuve una conversación con ella y me hablaba un poco del teatro político, como acercamiento, quizás la «Cantata Santa María«, hacia esos lugares.
Es fue algo que a mí me conmovió mucho, porque yo vengo de una familia muy golpeada por la dictadura. Para mí el quehacer político era muy importante en mi vida, el discurso político, el activismo, si se le quiere decir de esa forma.
Encontrar un lugar o un rubro donde ambas cosas convivían, como este amor por la vida y por el juego que significa un poco el teatro de imaginar y de recrear, pero al mismo tiempo también de pensar, denunciar y manifestar.
Fue súper enriquecedor y ahí se me implantó una idea que después no salió nunca, pero cuando entré a estudiar teatro probablemente había visto una o dos obras de teatro en toda mi vida, entonces no conocía mucho a lo que iba, pero esa pequeña experiencia para mí ya había sido suficiente, en cierta manera.
¿Entraste a estudiar fue en la Universidad Católica, verdad?
Sí, estudié en la Católica. Entré a estudiar el 2017.
¿Y cuándo entraste a estudiar fue pensando «quiero ser actriz o dramaturga»?
Cuando entré a la carrera era muy «voy a ser actriz, actriz, actriz», y cuando ya llevaba un poco, no sé, el primer semestre o dentro de mi primer año, me di cuenta que era muy criticona, pero no criticona como quizás un poco tiende a suceder dentro del medio teatral, que la gente se juzga mucho todavía, que es algo que tenemos deuda entre nosotros, como colegas al final, sino en el sentido de que me gustaba observar mucho lo que estaba sucediendo y siempre me terminaba fijando en cosas que quizás eran un poquito más parceladas en ese momento, no entendiendo también mucho qué nombre ponerle.
De a poquito me fui dando cuenta que en realidad me gustaba la dirección y eventualmente caí en la dramaturgia por recomendación de una profesora de dramaturgia, la Coca Duarte, que me dijo «Tatiana, creo que deberías tomar la especialización en dramaturgia, creo que la pasarías bien», y yo no lo tenía tan pensado en ese momento, pero dije «okay, voy a postular, veamos cómo va». Quedé y ahí empecé a conocer un poquito más y me fui obsesionando con eso y dije: «¡Ay, me encanta! Parece que me encanta escribir» y ahora me siento muy dramaturga, pero fue un camino medio serpenteado desde su inicio.
¿Qué era lo que más te gustaba del proceso de escribir?
Creo que una se confiesa un poco, tiene una cuestión media expiatoria, casi religiosa, de cierto sentido como ritual. Creo que un confesionario el poder escribir, pero también creo que tiene un poder o una capacidad discursiva que es súper concreta.
Siempre he creído que el texto de cierta forma es ya una pieza en sí misma. Hay muchas dramaturgias que quizás, no sé, he visto la obra y no me ha conmovido tanto como sí lo ha hecho el texto. Hay un lugar que para mí es abierto a imaginar, que para mí es súper especial y por eso mismo también, por ejemplo, cuando escribo no lo hago con acotaciones nunca, lo cual puede ser un problema para la dirección, en este caso para Evaluna, pero no me gusta pensar en indicar qué es lo que quiero que aparezca en escena.
Creo que escribo mucho más desde una imagen o desde una narrativa, o de un contarme sin contarme, pero contándome también. Creo que tanto «Las convocadas» como «Cuando se rompe el silencio» de cierta forma tratan de hacer un retrato de lo que significa ser una mujer lesbiana en Chile, en haber crecido en cierta época, en pertenecer a un mundo un poco más rural, entre comillas, si se le quiere llamar, que de donde yo vengo y también lo que implica también llegar a la ciudad.
En ese sentido tiene una cuestión de clase súper imbricada y donde como el amor o el romanticismo, estas cosas que generalmente aparecen un poco con la representación disidente, con la representación lésbica. Pasa mucho que se mantiene siempre en un una salida del clóset como primera temática. Primeros amores, muy adolescente en general en la televisión, en las películas, en los libros. Tienen ese contenido altamente romántico, empalagoso.
Porque buscamos representarnos de algo que siempre lo miramos desde una perspectiva heterosexual, pero al mismo tiempo para mí es súper importante que esas cositas que pueden ir o no apareciendo en mayor y menor medida, siempre son una excusa para hablar de otra cosa.
También tiene que ver con cómo somos nosotras como sujetas políticas, un rol, un poquitito dentro de una sociedad y cómo se va construyendo la sociedad desde esos cimientos quizás más pequeños de cuando comienza el lesbo-odio. Finaliza o quizás tiene un lugar culmine con los asesinatos a mujeres lesbianas, pero hay una sociedad que creó el espacio para que eso sucediera desde mucho antes.
Entonces ahí yo creo que tiene que ver con otras reflexiones, cómo funcionan los círculos íntimos, los discursos que uno escucha desde siempre, por cómo me veo, por cómo soy, por cómo me muestro, entonces creo que va como un poquitito por ahí.
También hablamos de la Constitución de repente y también nos vamos en otras cosas, porque creo que también es parte una cultura que sin duda nos heredó la dictadura. Creo que hay muchas personas que tienen que pedir perdón por muchas más cosas de las que les recordamos.
¿Por qué te interesa la «inclinación por la escritura testimonial que cruza con la investigación», por qué te llama la atención de esa forma de escribir?
Me interesa siempre un poco hablarle a la realidad o preguntarme sobre cómo represento esto que puede ser tantas veces irrepresentable. Entonces, en ese sentido, creo que el teatro también es un espacio para hacer activismo, para hacer denuncia, que en algunos momentos, por ejemplo, se puede ver vinculado con cómo nos relacionamos nosotros con compañías, con otras agrupaciones u organizaciones o movimientos.
Pero claro, también tiene que ver con el discurso y cómo hago este discurso, o sea, más allá de la temática en sí que tratamos, creo que tiene que ver mucho con cómo hacemos esto, qué hacemos. En ese sentido, por ejemplo, para mí es muy importante que de quienes estamos hablando, de las compañeras asesinadas a las cuales nos referimos, tratar de nunca ponerlas en escena. Decir esto es lo que dijo, esto es lo que pensó o así fue como ocurrió, porque creo que en verdad el teatro y cualquier ficción nunca va a llegar a ser una décima o centésima parte de lo que implicó el dolor para las personas que realmente lo lo padecieron y que lo siguen padeciendo hoy en día mientras buscan justicia.
Entonces, en ese sentido, yo creo que el testimonio viene un poquitito a decir cómo yo pienso en ti, mujer joven, que no te conocí, pero que más o menos tenemos la misma edad, que crecimos en más o menos en un mismo lugar y que quizás vivimos cosas parecidas o quizás no, pero creo que esa pregunta me parece que es el lugar donde entra un poquito este testimonio.
No sé si diría que es testimonial, quizás son las palabras que uno encuentra a veces, pero claro, tiene que ver con reflexiones propias, con reflexiones íntimas y al mismo tiempo de la investigación. Solamente se refiere un poco a que estamos hablando de casos reales y que me interesa mostrarlo, que se conozca y que se difundan, porque creo que se acompaña un poquito de lo que piden también las familias.
Por ejemplo, con el caso de Anna, la familia y la abogada y el equipo de justicia para Anna Cook, piden también que se difunda este caso, que llegue al oído de la sociedad, que se haga ruido. Yo digo esto va a ser como un granito de arena, pero si es que llega una persona al teatro y aunque sea solamente una la que salga conmovida o enojada, me parece que es una victoria sumamente grande, en este sistema, en en esta sociedad.
Conectando con eso y tu proceso creativo para escribir, ¿hay diferencia en tu manera de escribir entre «Las convocadas» y «Cuando se rompa el silencio»?
Sí, fue súper distinto. Muy distinto, porque cuando yo escribí «Las convocadas» creo que era chica y fue una obra que salió así de la guata, casi que se escribió sola, yo ni siquiera alcancé a racionalizar tantas cosas de lo que estaba haciendo y que, claro, después la estudio, la veo y digo «oye, qué bacán que tenía esto adentro». Esa obra se creó antes de ser creada, creo que estuvo viviendo en mi, en mi cabeza, en mi sentir y en mi guata, mucho antes de agarrar un lápiz.
«Cuando se rompa el silencio» tuvo un proceso de escritura muy distinto, porque ya sabía que quería hacer una obra que hablara de esto y sabía cómo quería hacer esa obra. Lo que yo quería de cierta manera era tomar los discos tres discos de Anna Cook: «Antisocial for Good Reason», «Naughty Steps» y «Naughty Steps Two«. Quería agarrar estos discos y a partir de las canciones yo fui escribiendo. Entonces, de cierta forma intentaba traducir los códigos musicales a códigos textuales.
Cada vez que escuchaba un beat yo ponía un punto, el ritmo del texto está muy configurado con cómo era el ritmo dentro de la música o si es que la atmósfera musical me lleva a algún lugar o alguna imagen desde ahí partía el texto.
Es una obra mucho más narrativa, mucho más fragmentada, pero creo que también es representativa, de mi traducción de la poética de Ana y creo es una puesta en valor súper bonita, porque ella también era artista. A diferencia de los otros casos de las chiquillas: La Nicole Saavedra, era estudiante. Susana Sanhueza era una activista animalista, María Pía Castro era una futbolista.
Lo que pasa es que como Anna ya era artista y ya tengo un algo súper directo a lo que mirar, porque de cierta forma uno cuando crea, sea lo que sea, siempre deja un pedacito de su alma. Creo que eso es lo único que puede hablar por ella, que es su música, creo que es súper valioso. Que se pueda mostrar y también creo que un poquito hacerle un homenaje también a ella como artista, y recordarla no solamente dentro de una idea, de una excepcionalidad, de justo el único caso que una mujer.
Creo que es importante poder tomar esto, pero para hablar de muchas más cosas y también devolverle un poquitito lo que ella hacía y lo que ella quería hacer, con lo que ella se movía y se conmovía, que era la música.
La música está muy presente en la obra, ¿cómo eso se traduce al momento de montar la obra?
Bueno, como cada una de las escenas lleva por nombre una canción de Anna , que fue como la inspiración para la composición. Partimos en realidad creando la escena desde también su música. Esta escena con es esta canción, veamos qué sucede y ahí con Evaluna estuvimos codirigiendo, fue una investigación un poquitito con lo que nos removían este cierto universo, que yo separé, tenía un mapa conceptual, porque fue un proceso de mucha investigación, teórica o de pensar cómo armar este entramado.
Fue una guía para nosotras y al mismo tiempo las canciones de Anna ya eran un material así tan grande, que era decir «ya, cómo podemos armar esta canción en vivo, cómo podemos traer esto a la escena». Hacer que las mismas actrices sean quienes compongan musicalmente y que produzcan esta música en vivo. Ese fue un trabajo que hicimos con Aníbal, que es el director musical de la obra, él es un seco, estuvo enseñándonos y enseñándole a la actrices cómo utilizar ciertos programas o ciertas cosas más operadoras, «las máquinas» que les decimos nosotras.
Así que fue un proceso de harto aprendizaje, donde también tuvimos ese acompañamiento, tuvimos algunas sesiones de asesoría, por decirlo de una forma, con la Vale Enzo, ella es una DJ también, con la que habíamos colaborado anteriormente en «Las convocadas» en su momento y nos asesoraba en cómo funciona la producción musical en vivo, La idea del DJ, cuál es la lógica, qué está detrás de ciertas operaciones.
De cierta manera tratábamos de desglosar cómo compuso o produjo Anna una canción en particular y decir «¿cómo podemos llevar esto a la escena?» Por ejemplo, esta canción se arma a partir de una melodía y de a partir de esa melodía o de esos acorde, se van sumando los beats y después de los beats se van subiendo los bajos y se van guardando los agudos. Nos interesa cómo lo podemos traducir escénicamente para que las chiquillas puedan ejecutarlo en vivo.
Fue desentrañar un poquitito estas canciones para rearmarlas y que a partir de eso también se arman atmósferas. Creo que en ese sentido es una obra muy viva desde toda su técnica, que la técnica para nosotras fue muy importante, entonces es todo muy visible,.
Hay harto de ir ejecutando la técnica, preguntándonos un poquitito este entremedio del concierto pero del concierto DJ que es distinto al acústico en el sentido que implica programar la siguiente canción, abrir la siguiente pista tiene que ver con una quietud donde suceden también muchas cosas.
También se llama «Cuando se rompa el silencio», porque tiene esa pregunta por el silencio. Tiene mucha música, pero también tiene unos silencios que son muy ideológicos. No sé si esa sea la mejor palabra, pero me gusta.
La clasificación de «Cuando se rompa el silencio» es teatro desk. ¿Qué significa eso?
Obra desk. Es un concepto que inventamos para poder referirnos a esto, que no sabíamos cómo referirnos. Hablamos un poquito de obra desk, haciéndole un guiño un poco al Tiny Desk, estos conciertos de pequeño formato, privados, que además durante la pandemia agarraron mucho vuelo. Creo que todo el mundo en algún momento vio un Tiny Desk.
A partir un poco de este concepto, como de concierto pequeño formato , en una mesa un poco también, que nos llevaba quizá un poco la idea de lo que implica producir y componer desde lo DJ, pero también es una obra de teatro. Entonces esa mezcolanza, que para nosotras no era teatro concierto, porque es más específico que eso, tampoco es teatro musical, porque eso ya quizás viene de un lugar un poquito más amplio. Tratando de buscarle un nombre, llegamos a este concepto y dijimos ok, esto es una obra desk.
¿Y les gustó el formato?
Yo creo que funciona y en realidad estamos súper contentas, súper felices. Creo que es una obra muy hermana de «Las convocadas», pero también tiene ciertas cositas a partir de esto mismo, de cómo aparece la música en la obra. Es súper particular y que quizás profundiza un poco una investigación en la que veníamos.
De cierta forma comienza a consagrar un poco un lenguaje como compañía, pero que sin duda ya aparece también «Las convocadas». Tenemos cuatro actrices en escena y tenemos a un músico en escena, que es Aníbal, que es el director musical y que también está en «Cuando se rompe el silencio», y Aníbal está siempre visible, está siempre en escena, está performando. Pero tenemos un poco estos universos más separados. En cambio, en «Cuando se rompe el silencio», conviven como que es todo parte de una sola cosa y creo que no sabría todavía con cuál casarme en adelante más.
Creo que ambas funcionan muy bien y creo que tienen una belleza muy particular, pero sí creo que por ahí más o menos va una investigación como «En las convocadas», también la música es súper importante, pero no dentro de su temática, sino que era para nosotras dentro del lenguaje de cómo contarlo y, claro, en «Cuando se rompa el silencio» ya es parte del alma misma de la obra.
¿Cuáles son los puntos claves para entender esta obra?
Te puedo dar dos respuestas. La respuesta romántica es que creo que hay que tener corazón. Toda persona que sea capaz de sentir empatía va a entender la obra, porque no es necesariamente un ejercicio tan intelectual o pesado de entender, porque puede ser que en algunos momentos tenga un lugar un poco más hermético.
Pero es una obra que en realidad está hecha para sentir y para abrirse a una pregunta. Cualquier persona que tenga empatía creo que la va a entender y, por otro lado, que quizás es una respuesta menos romántica, pero también más política,.
Para entender la obra hay que ser o o hay que haberse preguntado también, cómo opera la justicia en este país y no necesariamente tener una respuesta a eso. No necesariamente que sea un público súper politizado, pero sí creo que hay que preguntarse cómo opera la justicia. ¿Qué cabida tengo yo y cómo me quiero ver?
De cierta forma creo que es una obra que está hecha inminentemente para público LGBTQA+, pero creo que aún más significativa para para quienes no conviven en ese espacio, para un público general, porque al final, el público LGBT estamos todos de acuerdo, porque lo vivimos, ¿cachai?
Es hermoso tener un lugar donde verte representado y donde poder hacer catarsis, donde poder llorar y donde poder reírte de ti mismo y ser de tu época. Es súper importante tener ese espacio, porque creo que es súper validante, pero nosotros ya entendimos lo que está pasando.
Creo que para una persona, para un público general, no LGBT, , puede ser una obra muy significativa, porque creo que puede abrir una lista de demandas que tenemos como sociedad, pero creo que es ponerle un punto especial y decir: «Sabís que yo en realidad también me tengo que sumar a esto», porque o si no perdimos po.
Si el resto de las personas tampoco va a ser capaz de empatizar, es una lucha un poquito perdida. Soy una persona esperanzadora también, pero creo que no podemos ser solamente las lesbianas las que gritemos los nombres de las lesbianas muertas, necesitamos el apoyo del resto de la gente.
Estas respuestas también se podrían aplicar a las convocadas.
Sí, totalmente. Y creo que ambas obras tienen esta cuestión que es media nostálgica, emocionante, pero tienen también mucha comedia y mucha risa y mucho espectáculo, y creo que también es representativo, un poco como de la vida misma.
No estamos todo el día llorando, de hecho no estamos todo el día llorando. La mayoría del tiempo estamos viviendo y somos felices y a veces se nos olvida. Yo siempre digo esa cuestión, a mí a veces se me olvida de la nada que estoy existiendo y se me olvida que es peligroso existir. De repente se me olvida y de repente me acuerdo, es súper heavy ese momento.
Las obras tienen eso, que es un momento donde uno se olvida y de repente te acordái, creo que las dos obras tienen ese componente.
Para ir cerrando. A tu modo de ver, ¿qué puede aportar el teatro al activismo, a movimientos sociales, a deudas históricas?
Creo que el teatro tiene una capacidad de poder llegar desde otros recursos y desde otros formatos que implica poder desarrollar una empatía. Son otras las sensibilidades las que aparecen, creo que no es lo mismo que, no sé, hacer una ley o discutir en una asamblea.
Son cosas que se van moviendo y que se van configurando en el teatro, que apelan directamente a nuestra humanidad, En ese sentido es súper relevante lo que estamos haciendo y que el teatro siga haciendo activismo también político.
Muchas veces escuchamos que el teatro es inútil, que la sociedad o el mundo no va a cambiar gracias al teatro. Yo creo que somos una parte súper importante, creo que una de las mentiras o de las falacias más grandes del capitalismo que dejó instaurada la dictadura con el apagón cultural, es hacernos sentir que los artistas no servimos de nada y que no tenemos casi que pito que tocar, pero creo que históricamente hemos demostrado lo contrario.
Eso se puede ver de Isidora Aguirre o Víctor Jara, la Violeta Parra, uno puede hacer referencias constantemente Pedro Lemebel, de cómo el arte tiene una implicancia dentro de la política, porque somos un país sumamente artista y creo que el arte es parte también de la humanidad y, en ese sentido, hago un llamado a empoderarnos también de eso.
Creo que hay que volver a creerse el cuento y que no tiene que ver con un movimiento de masas multitudinario de miles y de millones. Creo que no es eso lo que estamos apelando y que está bien, el teatro tiene una cuestión de tú a tú, que es sumamente significante y que creo que puede cambiar la forma de ver la vida de una persona que después va a poder salir a la calle.